Cierta gente huyendo de cierta gente.
En cierto país bajo el sol
y bajo ciertas nubes.
Dejan tras de sí su cierto todo,
campos sembrados, ciertas gallinas, perros,
espejos en los que justamente se contempla el fuego.
Llevan en la espalda cántaros y hatillos,
cuando más vacíos, cada día más pesados.
Tiene lugar calladamente el detenerse de alguien,
y en el tumulto, el arrancarle el pan alguien a alguien
o el sacudir al niño muerto de alguien.
Continuamente ante ellos un cierto no hacia allá,
un no es éste el puente que nos falta
sobre un río extrañamente rosa.
Alrededor ciertos disparos, más lejos o más cerca,
y en lo alto un avión que, un poco, se balancea.
No estaría mal una cierta invisibilidad,
una cierta parda pedregosidad,
y aún mejor un cierto no-haber-sido
por un tiempo corto o hasta largo.
Algo ocurrirá todavía, pero dónde y qué.
Alguien les saldrá al paso, pero cuándo, quién,
de cuántas formas y con qué intenciones.
Si es que puede elegir,
quizás no quiera ser un enemigo
y los deje con una cierta vida.
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